Los riesgos de procrastinar

 
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Nuestro día a día es una pugna constante entre lo que deberíamos y lo que querríamos hacer. Desde que posponemos 5 minutos la alarma del despertador hasta que vamos a dormir demasiado tarde por haber visto un capítulo más de la serie que nos gusta.
Procrastinar es aprovecharnos de la vulnerabilidad de nuestro cerebro, de nuestra voluntad. Un recurso que puede aliviar la ansiedad en un primer momento, pero que, a la larga, lo que hará es augmentarla.
 
Aún sin ser conscientes, postergar o evitar un trabajo afecta negativamente nuestra productividad y nuestra autoestima. No resolver los asuntos pendientes puede causar sensaciones de incapacidad y poca responsabilidad.
 
Existen distintos motivos por los cuales las personas tienden a aplazar sus responsabilidades. Las más frecuentes son la falta de disciplina, los problemas con la tarea, el miedo al fracaso, al éxito o tener un exceso de optimismo.
 
Sea cual sea la causa, aplazar un trabajo puede convertir una tarea minúscula en un problema irreversible. ¿Qué podemos hacer para que esto no suceda?
 
Piensa a largo plazo. Ser consciente de las consecuencias negativas de no hacer el trabajo en su momento mejorará tu compromiso.
 
Organízate el tiempo y recompensa tu esfuerzo. Divide el trabajo en distintas etapas. Busca estímulos que guíen el progreso dentro de tu misma tarea.
 
Sé responsable. No intentes engañarte a ti mismo.
 
 

 
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